miércoles, 23 de mayo de 2012

Manuel Candamo



 
Manuel Candamo

Cartas a Teresa

Por Ángel Páez

La historia también se nutre de la intimidad, descubriendo en una carta hechos y opiniones que uno no haría en público, por ejemplo.

 Manuel Candamo Iriarte, el ilustrado hombre de negocios, dirigente del partido civilista, teniente alcalde de Lima, senador y presidente del Perú (1903-1904), remitió numerosas misivas a su esposa Teresa Álvarez Calderón desde las localidades chilenas de Angol y Chillán, donde estuvo desterrado durante catorce meses por orden de los invasores que lo acusaron de colaborar con Andrés Avelino Cáceres.

Después de la derrota de Arica, Candamo, como muchos limeños acomodados, decidió enviar a su mujer e hijos a Piura para protegerlos del avance de las tropas chilenas. Resolvió quedarse en la capital para preparar la defensa de la ciudad, mientras que el ejército sureño, dirigido por Patricio Lynch, perpetraba incursiones por el norte, increíblemente, a veces con la participación de los propios peruanos que indicaban a los chilenos dónde estaba el dinero. Eso ocurrió en Eten, donde Candamo administraba el ferrocarril. El 15 de octubre de 1880, se lo relató a su esposa: 'El ferrocarril escapó milagrosamente y los pocos daños que ha sufrido han sido causados por nuestros queridos paisanos. Rompieron los asientos de todos los coches de primera para robarse el cuero con que estaban forrados. Es de avergonzarse oír la relación de lo que ha ocurrido por allá. Casi toda la plata y especies que sacaron los chilenos de algunas casas fue por denuncia de los habitantes del lugar. La gente del pueblo ayudó a los soldados a robar y les suministró verduras y cuanto pedían'. Aquello de que 'el peor enemigo de un peruano es otro peruano' no es una simple frase.

Una vez capturada Lima, el presidente Francisco García Calderón Landa lo nombró miembro de la Junta Patriótica, que cumplía la función de conseguir la paz sin ceder territorio. Desterrado García Calderón, se convirtió en delegado del gobierno de Lizardo Montero y miembro de la 'Agencia Confidencial' , cuya función era la de coordinar con los países amigos la salida de los invasores y organizar la compra secreta de armamento en el exterior. En esas tareas se encontraba cuando el primero de agosto de 1882 los chilenos lo desterraron. 

Candamo le prometió a Teresa Álvarez Calderón que le escribiría al menos dos cartas a la semana. Y así fue.

Atormentado por las disputas entre Nicolás de Piérola Villena, Miguel Iglesias Pino, Andrés Avelino Cáceres y otros caudillos que no conciliaban posiciones por razones personales, prolongando la vergonzosa y humillante ocupación chilena, Candamo consideró que la más grande ventaja que tenían los vencedores era la desunión de los peruanos.

El 28 de febrero de 1883 escribió a su mejor confidente, su esposa:
'Tal vez no se presentará en la historia un caso tan desgraciado como aquel en que se encuentra el Perú; en la situación más crítica, en la crisis más angustiosa, en el mayor peligro que puede correr un país, no tiene un solo hombre, no diré de importancia, pero ni siquiera medio regular. No hay remedio; estamos perdidos. En nuestro país se producirán muy buenas yucas y camotes, muy buenas paltas y chirimoyas; pero lo que es un hombre de estado, nequáquam (de ninguna manera);…mientras tanto, aquí en Chile…otra cosa'.

Por eso le enervaba el fratricidio peruano ante el gozo del enemigo. De allí que enfiló su encono hacia el coronel y hacendado Miguel Iglesias Pino, quien promovía la paz con los chilenos a cambio de la cesión de Tacna, Arica y Tarapacá.
 El 20 de mayo de 1883, Candamo confió a su mujer que 'lo de Iglesias es una cosa insostenible y ridícula', y añade: 'Muchos males ha hecho al país ese imbécil, pues si no hubiera sido por su traición hace tiempo que la paz estaría hecha y se habrían evitado muchas desgracias y males de todo género. Ya ese no tiene remedio y lo necesario es concluir con ese grupo funesto, como grupo político, y que el señor Iglesias vuelva a criar vacas que es tal vez lo único para que podrá servir y de donde no debió salir jamás'.

El 28 de junio de 1883 escribió, con ese tono irónico que caracteriza su epistolario:
'Pesada está haciéndose esta vida y la incertidumbre de su término es de lo más mortificante que tiene. (…) Un flaco servicio nos ha hecho y ha hecho al país Su Excelencia el Regenerador (Nicolás de Piérola), pues es probable que sin su revolución la paz no habría presentado las dificultades que ha presentado y haría tiempo que la situación habría mejorado'.

'Que el diablo cargue con todos nuestros hombres públicos que no son otra cosa que una tropa de mentecatos revueltos con bastantes bribones' (11/07/1883) .

 Cuando le llegó la propuesta de que manifestara su adhesión al gobierno de Iglesias a cambio de su pronta liberación y retorno a Perú, rechazó la afrenta. El 29 de agosto de 1883, escribió a Teresa Álvarez Calderón:
'Sería no solo un acto de debilidad vergonzoso, sino una deslealtad contraer compromisos o hacer declaraciones de esa especie, y si solo por medio de unos u otros puedo recobrar mi libertad, me resignaré a vivir en perpetuo cautiverio… Personas de ideas acomodaticias, de principios nada severos, de carácter egoísta y convenienciero, canallas y sinvergüenzas, harían eso y mucho más, pero yo no deseo figurar en ese número, tan crecido desgraciadamente entre nosotros, esperaré con paciencia que los acontecimientos hagan indispensable nuestra libertad o al menos que, por cualquiera razón que sea, se obtenga sin mengua ni compromiso para nosotros'.

 Y el 13 de octubre de 1883 comparó lo que sucedía en Perú respecto a Chile, buscando una explicación al triunfo de esta nación:
 'No solo nos han vencido en todas partes, nos han arruinado y humillado, sino que nos han impuesto el gobierno que han querido, han removido todo el fango y han fomentado las traiciones, la anarquía y los más vergonzosos escándalos. Ellos no tienen la culpa y lo mismo habría hecho cualquier otro país en su caso con un enemigo como nosotros'.

'Toda la gente decente,…ilustrada y de influencia toma en este país (Chile) participación en la política, en la administración. Las cámaras están compuestas por lo general de lo mejor y todos los puestos públicos están desempeñados, no por soldadotes brutales y arbitrarios, sino por gente culta, y que conoce sus deberes. Por eso nos han vencido y nos tienen como nos tienen'.

Ni bien recuperó la libertad, Manuel Candamo regresó a Lima para confrontar a Iglesias. El dictador lo castigó pidiendo al enemigo chileno que lo detuvieran y mantuvieran desterrado por segunda vez en el país del sur, entre agosto y octubre de 1884. Una vez terminada la satrapía, retornó e intervino en política, a pesar de que le había prometido a su esposa que no lo haría.

Después de ganar una senaduría en 1903 triunfó como candidato presidencial. Candamo murió cuando sólo habían transcurrido ocho meses de su gestión, el 7 de mayo de 1904.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

El Mar Boliviano


BOLIVIA: SIN RUMBO EN POLITICA INTERNACIONAL
Escribe: Juan Carlos Herrera Tello (*)
 
Creíamos hace algunos días que Bolivia entraba en los campos del derecho y de cumplir con la palabra firmada, esto en base a que el vicecanciller boliviano de nombre: Juan Carlos Alurralde solicitaba a Chile facilidades en el Puerto de Arica, para su movimiento comercial, el cual en un 90% está destinado a su país.
 
El Tratado de 1904 de acuerdo al artículo 6º establece que “Chile reconoce a favor de Bolivia y a perpetuidad el más amplio derecho de transito comercial por su territorio y puertos del Pacífico” y el artículo 7º del mismo acuerdo, señala “Bolivia tendrá el derecho de constituir agencias aduaneras en los puertos que designe para su comercio” y allí se indica que Arica es uno de ellos.
 
Esta canalización es viable y Chile obviamente conocedor del derecho que le asiste a Bolivia debe permitir el tránsito de sus mercaderías por los puertos chilenos. Pero después la petición boliviana pretende la “administración del puerto de Arica”, entonces el petitorio encierra una proposición más grande que no corresponde a la realidad ni a la naturaleza del acuerdo firmado en 1904, ¿quiénes son los bolivianos para solicitar a un Estado soberano administrar algo que le es ajeno?.
 
Lo preocupante es la fundamentación, porque según la teoría de Alurralde: “no se puede permitir que se siga privilegiando los intereses de una empresa privada, la Terminal Puerto Arica (TPA), que administra dicho puerto, sobre los de Bolivia”.  ¿Qué esperan entonces los “profesionales” diplomáticos bolivianos que no ponen en práctica lo establecido por el Tratado de 1904?.
 
Más adelante el Parlamentario Andino Alberto Adrianzen indicó que “el Ejecutivo debería pronunciarse al respecto”. Y nos parece pertinente la observación de Adrianzen, en el sentido que seguro está velando por los intereses peruanos en Arica y en especial los capitales de nuestros nacionales invertidos allí, (No hay otra forma en que el Ejecutivo peruano intervenga) ya que el consorcio “Terminal Puerto Arica” es de capitales chilenos y peruanos, y se verían afectados si la concesión que ellos ganaron para la administración del puerto se las quitaran para entregársela a un Estado extraño que no participó en aquel concurso. A todo esto, ¿sabrán los bolivianos que los administradores de los puertos chilenos son personas jurídicas constituidas bajo el amparo de las leyes chilenas?, ¿permitirían que Bolivia como Estado acate las leyes chilenas en Arica?
 
Pero las sorpresas no acabaron allí, el 22 de setiembre el Presidente del hoy llamado “Estado Plurinacional de Bolivia” ha dicho: "La resolución 37/10 de la Asamblea General de la ONU del 15 de noviembre de 1982 establece que acudir a un tribunal internacional de justicia para resolver litigios entre Estados no debe ser considerado como acto inamistoso", y agregó que "Bolivia se ampara en el derecho y la razón, porque su enclaustramiento es producto de una guerra injusta, una invasión".
 
La Resolución 37/10 de la ONU es cierta, pero esta se invoca cuando no existe acuerdo, y como sabemos el Tratado de 1904 es el título de Chile sobre la costa de Antofagasta otorgado por Bolivia, así como el Tratado de Ancón es el título de Chile sobre Tarapacá. La diferencia estriba que mientras el primero fue firmado con mansedumbre, el segundo se suscribió después de ser aniquilada toda la resistencia del Perú.
 
Resulta ocioso comentar los embustes históricos del Presidente Morales, y es obvio que se debe tener en cuenta que su desinformación es en base a los escasos conocimientos de la historia de su país, recordemos que en alguna oportunidad dijo que “Bolivia es antiimperialista y que nuestros antepasados lucharon contra todos los imperios, imperio ingles, imperio romano”.
 
La intervención de Evo Morales en la ONU no terminó allí, culminó con una frase que demuestra en manos de quien está el gobierno boliviano: "Quiero exhortar a la ONU, a los organismos internacionales y especialmente a la región a acompañar todo este proceso para retornar al Océano Pacífico con soberanía", finalizando que "el Tratado de 1904 no aportó a la paz ni a la amistad, ocasionó que por más de un siglo Bolivia no acceda a un puerto soberano".
 
El Canciller chileno, Antonio Moreno inmediatamente rechazó las palabras del boliviano que pueden ser resumidas en: "Chile y Bolivia no tienen temas territoriales pendientes, estos fueron zanjados en un tratado firmado hace más de 100 años atrás, 20 años después de la Guerra del Pacífico y 25 años después de la última batalla de ese conflicto". Fue demasiado cauto Moreno, porque no hizo énfasis en que el Tratado de 1904 se firmó sin ninguna presión; pasados 25 años después que Bolivia violase un Tratado de límites; abandonó a su aliado en la guerra y desde sus alturas, observó como lo ultimaban.
 
Siempre ignorante, Morales desconoce que por el Tratado de 1904 Bolivia obtuvo Ferrocarriles, Concesiones y Dinero, si ese tratado no fue propicio para la paz, ¿entonces porque lo firmaron?, y lo que es peor, ¿acaso Bolivia tiene derecho a un puerto?, no es cierto que los pocos años que los altiplánicos tuvieron acceso al mar, aquel territorio de Atacama por Reales Ordenes pertenecía al Perú y fueron Bolívar con Sucre quienes permitieron la usurpación a favor de Bolivia.
 
No señor Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, su país no tiene derecho a salir al océano, la historia así lo dice, así como también la dejadez de sus autoridades que cuando lo tuvieron no supieron desarrollarlo y menos conservarlo. ¿Quiere su país entrar en el contexto de las naciones civilizadas? Solo hay una salida: Cumplir con lo que se firma.
 
(*) Abogado

viernes, 12 de agosto de 2011

Marca Perú

Escribe: Aleka Vial

¡Qué divertida la campaña Marca País Perú! que fue lanzada recién en marzo y ya es grito y plata en su web. Se trata de un documental tipo spot o spot publicitario en el que un bus lleno de peruanos (personalidades destacadas del mundo de la cultura, el deporte y la gastronomía) conquista la ciudad de “Perú” en Nebraska, Estados Unidos.
De alguna forma, los creativos de la campaña se dieron cuenta que en Estados Unidos habían nueve ciudades con el nombre “Perú”, en honor a nuestro país vecino, y desarrollaron esta idea que rompe con el estereotipo de propaganda de Imagen País (que muestra una síntesis de las bellezas naturales, razas, monumentos, sitios arqueológicos, arte y tradiciones de una nación) y propone invertir el fenómeno de expansión cultural norteamericana: se trata de una conquista afectiva y acogedora, en manos de un grupo de peruanos, que lleva sus tradiciones e identidad a un poblado de poco más de 500 habitantes en Nebraska. ¿Su objetivo? “Leerles sus derechos como peruanos” y “enseñarles a vivir como peruanos”.
La primera frase del narrador es genial: “todo peruano, por el sólo hecho de ser peruano, tiene derecho a gozar de lo maravilloso que es ser peruano” quien explica que también “tiene derecho a comer rico … a bailar Huayno (música peruana antiguamente cantada en quechua)… a surfear y a correr buenas olas”, entre otros derechos. Y luego vemos cómo el grupo de “embajadores del Perú” reparte anticuchos, cebiche, chicha morada, leche de tigre, picarones, yuca, cabrito a la norteña (mhhh me dio hambre…) y hasta les preparan una pachamanca (una especie de curanto) a los gringos.
El spot es simple y cercano, elige sólo unos cuantos elementos atractivos y de gran impacto de la cultura peruana moderna y ancestral, como son el boom culinario actual, la música quechua, el fanatismo por el surf o la preciosa indumentaria de las danzas indígenas andinas, y los mezcla con la desolación de este poblado norteamericano.
El resultado es un acierto integrador que muestra la natural conexión entre los seres humanos. Al final somos todos peruanos, parece ser. Y la película tiene algo de road movie, ya que los protagonistas están de paso, sólo vienen a cultivar a los norteamericanos por un rato…“¿Qué nos alienta? –pregunta el narrador- impedir que Perú, Nebraska, caiga en el atraso y en el olvido, compartiendo todas aquellas cosas que hoy nos hacen orgullosos de llamarnos peruanos”.
El objetivo del gobierno es bastante ambicioso: “triplicar las exportaciones en los próximos cinco años” según las autoridades peruanas. Quizá por ello la campaña fue lanzada en la Bolsa de Valores de Nueva York, en Wall Street, lo que causó revuelo en Perú, ya que algunos la tildaron de imperialista y neoliberal, entendiéndose estos dos términos como los peores defectos. También criticaron que el acento del narrador fuera limeño, de un sector adinerado, o de “un pituco”.  “Debieron incluir varios narradores con varios acentos peruanos” –propuso un cibernauta.
Nada de mala la idea que hasta podríamos usar, ya que los chilenos somos los número uno para el plagio (después de los chinos jajajajá), pero ese es tema de otra columna y sería lo menos apropiado en el área de identidad. En fin, todo esto para comentar: ¿Qué hemos hecho nosotros con nuestra Imagen País? Llevamos unos cuantos años leyendo noticias y anuncios sobre las inversiones hechas en la materia pero ¿estamos contentos con nuestro logotipo e imagen en el extranjero?; ¿conocemos nuestra Marca País?; ¿nos satisface el eslogan “Chile, sorprende siempre”?; ¿qué les parece el témpano antártico llevado a la Expo Sevilla 1992?, ¿y la frase de Shackleton recién instalada en la Bienal de Venecia? 
Sea de nuestro gusto o no, hoy los peruanos cuentan con un claro logotipo, y una campaña efectiva de Marca País. La que tan sólo en cuatro meses ha logrado posicionarse exitosamente en las redes sociales, traspasar las fronteras y hacernos cómplices de su guiño o mirada con un simple documental. Y a propósito, el logotipo está bastante bien logrado, con una iconografía que recuerda las Líneas de Nazca, un laberinto, una arroba o una huella digital, como se lo quiera mirar… o podrían ser los trazos de las pinturas rupestres. ¡Nada de mal! La integración de los símbolos del misterio, la cultura anglosajona y europea, la tecnología contemporánea, la cosmovisión indígena y el valor de la individualidad.




miércoles, 3 de agosto de 2011

Himno Nacional del Perú - 1911


NOTA DE DARÍO MEJÍA

Cuando en el año de 1911 se llevaron a cabo 182 grabaciones de música peruana en la ciudad de New York, para el sello Columbia, el dúo Montes y Manrique realizó 172 de aquellas grabaciones y las restantes fueron grabaciones de bandas. De esas 10 grabaciones restantes, seis fueron hechas por la Banda del Regimiento de Gendarmes de Infantería, tres por la Banda de la Escuela Militar de Chorrillos y una por la Banda del Primer Regimiento de Artillería de Montaña.


La grabación hecha por la Banda del Primer Regimiento de Artillería de Montaña fue la música del Himno Nacional del Perú, de José Bernardo Alzedo, y fue la grabación que dio inicio a la serie "P" de Discos Peruanos, llevando la numeración P1 de los Discos Columbia. Al reverso del disco P1, con el Himno Nacional del Perú, se grabó Ataque de Uchumayo por la Banda del Regimiento de Gendarmes de Infantería.

En la grabación del Himno Nacional del Perú por el sello Columbia, en 1911, se escribió correctamente el apellido del creador de la música del Himno Nacional del Perú, Alzedo.

A fines de agosto del 2009, cuando conté sobre la grabación que pienso es la primera que se hizo del Himno Nacional del Perú, realizada entre 1901 y 1904, señalé que en la edición del diario El Peruano del día viernes 28 de julio del 2006, el compositor y recopilador de música peruana Lucas Borja manifestó que la letra y música del Himno Nacional del Perú había sufrido modificaciones no entonándose, en la actualidad, ni la letra original, de José de La Torre Ugarte, ni la música original, de José Bernardo Alzedo.

El Maestro Borja también señaló que el compositor Alzedo firmaba sus creaciones con "z", pero que la posteridad cambiaría la "z" por "c", mostrándole al periodista que lo entrevistó una copia del pentagrama original del himno, editado por Alzedo para canto y piano. La grabación del Himno Nacional del Perú que realizó la Banda del Primer Regimiento de Artillería de Montaña en la ciudad de New York en 1911, para el sello Columbia, contiene los compases originales, añadió Borja.

Pero no fue sino hasta el 2008, cuando Miguel Harth-Bedoya, Director de la Orquesta Sinfónica de Washington, de visita en Lima, declaró que el Himno Nacional del Perú que se entonaba no era el original, que la prensa empezó a hacer eco de lo que Borja ya había denunciado antes. Harth-Bedoya se dio cuenta de ello cuando un amigo le envió, desde Lima, la partitura original del Himno Nacional. Como es de conocimiento público, a la letra original del Himno Nacional se le añadió una estrofa a principios del siglo XX.

Como lo señalé en agosto del 2009, en mi búsqueda de información sobre las primeras grabaciones de música peruana, encontré que en la obra de Richard Spottswood, Ethnic Music on Records, Volumen 4, 1990, se encuentran enumeradas la cantidad grande de grabaciones que el tenor Antonio Vargas realizó en la ciudad de New York, entre 1901 y 1904. Entre dichas grabaciones se encontraba el Himno Nacional Chileno, el Himno Nacional Cubano, el Himno Nacional Mexicano y el Himno Nacional Peruano.

Dicha grabación del Himno Nacional Peruano fue hecha para el sello Zon-O-Phone, figurando con dos números de registro distinto P5527 (7") y C5527 (9"). Esa sería, sin temor a equivocarme, la primera grabación del Himno Nacional del Perú y quizá contenga la letra original del Himno Peruano, sin la estrofa apócrifa, y también la música original.

En la web de la Encyclopedic Discography of Victor Recordings (EDVR), se puede encontrar que la Victor Talking Machine Company grabó música peruana desde inicios del siglo XX, como es el caso de "National air of Peru" que fue grabado por Pryor's Band (Victor Band) el 26 de octubre de 1904 en Philadelphia, Pennsylvania, con número de matriz B-1838. Por ese tiempo los discos se grababan en un solo lado, pero unos años después la Victor reimprimió dos veces dicha grabación: Disco Victor No. 4195 y Disco Victor No. 62474.

Como también lo he manifestado anteriormente, "National air of Peru" es solamente una grabación instrumental. Sin embargo, el Himno Nacional Peruano, cantado, fue producido por la Victor con la voz del barítono Carlos Cáceres, el 28 de agosto de 1906 en Philadelphia, Pennsylvania (Disco Victor 4888).

La grabación del Himno Nacional del Perú por la Banda del Primer Regimiento de Artillería de Montaña (Disco Columbia P1), cumple 100 años este 2011, razón por la cual, y por ser el mes patrio del Perú, he colocado dicha grabación en la internet para que, desde cualquier rincón del mundo, donde lata un corazón peruano, se pueda escuchar esa histórica grabación de nuestro himno patrio.

viernes, 29 de julio de 2011

INEHPA - Julio 2011

Fuente: El Comercio - Lima - 28 de Julio 2011
Luis Silva Nole


Uniformes, armas, cartas y pertrechos cuentan cómo fue la Guerra con Chile. Colección del Instituto de Estudios Históricos del Pacífico es amplia















Lunes 13 de mayo del 2002. Cadetes de los institutos armados peruanos llevan en hombros el ataúd con los restos del soldado desconocido, acaso el hallazgo más importante que Óscar Ferreyra Hare y su esposa Marie von Oven han realizado como directores del Instituto de Estudios Históricos del Pacífico (Inehpa).

Ambos, junto a un grupo de arqueólogos, habían descubierto el cuerpo del combatiente peruano el 20 de marzo de 1996, en el cerro Gramadal, en el límite de lo que hoy son los distritos de Chorrillos y San Juan de Miraflores. Se trataba del cadáver de un muchacho de unos 16 años, de rasgos andinos. Una bala enemiga había perforado su abdomen mientras él, valientemente, soportaba el avance de las tropas chilenas, el 13 de enero de 1881, en una pequeña trinchera.

Los casquillos encontrados al lado del cuerpo indicaron que el soldado desconocido nunca abandonó su puesto. La huella de un culatazo de fusil en la cabeza era muestra clara de que este héroe sin nombre, que defendió a Lima con su vida, fue víctima del llamado repase chileno.

La tierra había prácticamente momificado el cuerpo, que fue hallado con su uniforme blanco, pero sin fusil. Un detente del Sagrado Corazón de Jesús, cerca del pecho del soldado, emocionó a los descubridores.

Luego de que recibiera el homenaje del entonces presidente de la República Alejandro Toledo, el féretro del combatiente caído en la Batalla de San Juan, que tiñó de sangre peruana toda la zona del Morro Solar, es ingresado por los cadetes a la cripta que se le construyó especialmente en la plaza Bolívar, frente al Congreso de la República, en el Cercado de Lima.

DE TODO UN POCO
Hallar y conseguir piezas de la Guerra del Guano y del Salitre, que es como Óscar y Marie prefieren llamar a la Guerra con Chile (1879-1883) o Guerra del Pacífico –subrayan el afán del vecino del sur de apoderarse de esos recursos como el motor de aquella conflagración–, es la tarea que más tiempo y dinero demanda al instituto que dirigen.

Su colección privada de artículos peruanos y chilenos, distribuida en sus dos locales, de San Isidro y La Molina, es de lo más variopinta. Desenterradas, compradas o donadas, las piezas que poseen bien pueden ser parte de un museo.

Entre sus artículos estrella se cuentan un plato de la vajilla del Huáscar, con el distintivo del monitor peruano; y la espada de Remigio Morales Bermúdez, quien, entonces coronel, estuvo al mando del batallón Lima N°8 durante la victoria peruana en Tarapacá, el 27 de noviembre de 1879. Este militar, antepasado de Francisco Morales Bermúdez –presidente de facto entre 1975 y 1980– llegaría a ser primer mandatario entre 1890 y 1894.

También destacan la carabina del general peruano Pedro Silva Gil, quien fue jefe del Estado Mayor del ejército durante la defensa de Lima y murió en Huamachuco; y parte de la indumentaria militar de Belisario Suárez, otro combatiente nacional que, mientras era coronel, fue gran protagonista de la campaña del sur en la guerra.

Igualmente, sobresalen cientos de casquillos de bala de fusil y munición sin percutar, así como cajas pequeñas de municiones, todo desenterrado en 14 campos de batalla en el Perú y Chile, como el Morro Solar, La Rinconada, Alto de la Alianza, Tarapacá, Germania, San Francisco y Pisagua.

Los Ferreyra también conservan sufridas cartas de combatientes peruanos, un par de bombas del Huáscar, un cañón de retrocarga Krupp chileno y otro Armstrong peruano, no tan poderoso; botones y quepís de ambos países, morrales peruanos, corvos chilenos –cuchillos curvos que el ejército invasor usaba para el repase de heridos– y dos bombas que no explotaron y que fueron lanzadas por buques enemigos a Mollendo y Miraflores.

TROFEOS DE GUERRA
Además de banderas chilenas usadas por batallones, el instituto posee un uniforme del Séptimo de Línea, el más emblemático regimiento chileno que peleó en la guerra, y el revólver del general chileno Manuel Baquedano, cabeza de las fuerzas invasoras.

No hay un horario establecido para ver la colección. Para coordinar visitas, llame al 479-1068.

Una incontrolable pasión familiar
Óscar Ferreyra Hare (67), director general del Instituto de Estudios Históricos del Pacífico (Inehpa), es ingeniero pesquero, pero lleva 20 años hurgando en campos de batalla.

La pasión por la arqueología le nació de niño, cuando excavaba en huacas. Con el tiempo contagió su amor por la historia a su esposa Marie von Oven y a Óscar, hijo de ambos.

El instituto que integran se ha especializado en la Guerra con Chile. “Trabajamos con arqueólogos. Toma tiempo poner en valor las piezas, que enseñan más que los libros de historia”, manifiesta Ferreyra.

MUSEO COMO META
“Nuestro objetivo es poner un museo para mostrar la colección que tenemos. Ojalá pronto se dé la ley del mecenazgo para conseguir donaciones de recursos”, comenta el director del Inehpa.

La Dirección de Museos y Bienes Muebles del Ministerio de Cultura informó a el comercio que la Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación (28296) no prohíbe la formación de colecciones privadas de patrimonio cultural, como piezas de la Guerra del Pacífico, salvo que tengan procedencia dolosa.

miércoles, 27 de julio de 2011

Gastronomía Peruana en Chile

Pata Amarilla

Andean Tragedy - William Sater

Sater, William F. Andean Tragedy: Fighting the War of the Pacific,
1879-1884. Lincoln: University of Nebraska Press, 2007, 442 pp.

Andean Tragedy, de William F. Sater, se propone ser una síntesis completa de las causas y el desarrollo de la guerra del Pacífico entre el Perú, Bolivia y Chile (1879-1884). Existiendo ya numerosos libros con un objetivo similar —entre ellos algunos de autores clásicos como Jorge Basadre, Clemente Markham, Gonzalo Bulnes y Benjamín Vicuña Mackenna—, ¿cuál es el sitio que le corresponde a la obra de Sater?
En primer lugar, lo más novedoso de este libro es que intenta contextualizar la guerra del Pacífico en el curso más amplio de la historia mundial.

De esta forma, la guerra es un antecedente en pequeño de lo que sería aún más dramático en las postrimerías del siglo XIX y, particularmente, en 1914: los militares de las potencias mundiales obviarían las lecciones dejadas por la guerra de secesión en Estados Unidos (1861-1865) y la guerra franco-prusiana (1870-1871). En vez de reconocer que los avances tecnológico-militares en el alcance y precisión de los nuevos rifles y cañones de retrocarga y ánima rayada hacían que las antiguas tácticas de la era napoleónica —como el atacar frontalmente en columnas cerradas— quedaran obsoletas, los tres países beligerantes insistieron en ellas, con funestos resultados. Posteriormente, y a pesar de tener observadores en la guerra del Pacífico que informaran sobre ello, los ejércitos europeos insistieron en las tácticas de vieja escuela. Esto último se dio quizás por el desdén con el que observaron a los combatientes del Pacífico sur, a los cuales consideraron poco más que huestes relativamente primitivas. Y es este segundo punto, el de la capacidad combativa de las naciones en lucha, otro aspecto interesante del libro que se reseña. A pesar de que ofrece poca información nueva, el análisis de la misma hace que la obra de Sater sea valiosa. Si bien la historiografía tradicional de ambas partes del conflicto ha enfatizado todas las limitaciones y deficiencias de las fuerzas armadas de sus respectivos compatriotas, como contrapartida cada una ha tendido a sobredimensionar las capacidades combativas de su adversario. Sater le da una mirada más uniforme a los tres combatientes, con lo cual llega a la conclusión de que, en realidad, ninguno de los tres países contaba ni con marinas ni ejércitos suficientemente aptos para llevar a cabo adecuadamente una guerra moderna. Además de compartir las mismas deficiencias en doctrinas tácticas, carecían de armamento uniforme y moderno, entrenamiento, alimentación, servicios de apoyo logístico y médico, etc. En ninguno de los países hubo suficiente entusiasmo por la guerra como para llenar los ejércitos y marinas de voluntarios, de manera que tuvieron que recurrir a la leva forzosa. Es a esta temática a la que estaría haciendo referencia el título del libro: en lugar de apelar a una épica narrativa, ya sea de patrióticos defensores o de heroicos expedicionarios, se muestra la tragedia de soldados de tres fuerzas armadas peleando en territorios sumamente agrestes sin contar con las mínimas condiciones necesarias para la supervivencia, y mucho menos para llevar a cabo operaciones militares efectivas.

Otro sugestivo aspecto de Andean Tragedy es su análisis de las causas de la guerra. Correctamente, descarta los reclamos de las historiografías tradicionales aliada (que la guerra fue deseada por Chile para conquistar los territorios salitreros del Perú y Bolivia) y chilena (que la guerra fue deseada por el Perú para hacerse del monopolio salitrero mundial) al considerarlos como teorías de conspiración inspiradas por las pasiones de la guerra y su legado. Hace más bien un símil muy idóneo con el inicio de la Primera Guerra Mundial: en ambos casos, la guerra no fue deseada por los combatientes, pero una serie de acontecimientos y la presión popular doméstica fueron las que arrastraron a que Mariano Ignacio Prado no se mantuviera neutral y a que Aníbal Pinto tuviera que declarar la guerra. En lo que sí coincide Sater con otros analistas como Basadre es que el papel de Hilarión Daza como provocador fue fundamental para desencadenar el resto de los hechos. Ahora bien, es posible que el contenido del libro de Sater lleve a un lector peruano de tendencias nacionalistas a considerar a dicho autor chilenófilo, más aún si tenemos en cuenta que sus obras anteriores tratan sobre el país del sur y que en sus agradecimientos figuran principalmente académicos chilenos. Sin embargo, opino que no es este el caso. Por ejemplo, queda perfectamente claro en su texto que las tropas chilenas cometieron diversas atrocidades durante el transcurso de la guerra. Estas, sin embargo, tienen también su explicación. Así, están la tenacidad con la que se defendían los peruanos, quienes a veces se rehusaban a rendirse aun cuando estaban derrotados; el uso de minas terrestres por parte de estos, en contravención de lo que los chilenos consideraban una guerra honorable; y rumores fundados e infundados de atrocidades peruanas contra los chilenos. También señala que si bien hubo oficiales que promovían el exterminio en sus arengas, también hubo aquellos que intentaban controlar los desmanes de su indisciplinada soldadesca. De otro lado, tampoco deja sin explicación las atrocidades peruanas: trata de ser comprensivo con la mutilación de cadáveres chilenos durante la campaña de la Breña, puesto que los soldados del sur cometieron violaciones, robos y asesinatos. Estamos, pues, ante una guerra particularmente trágica, en la que los ciclos de violencia se retroalimentaban mutuamente, pero sin una política abierta de ninguno de los beligerantes para cometer atrocidades contra el otro. Recordemos, no obstante, que la explicación de un fenómeno no implica su justificación. La obra de Sater cuenta con algunas limitaciones que serían fáciles de corregir en una edición futura. En la descripción de la configuración geográfica del Perú (escenario de la mayor parte de las operaciones) aparecen ciertas imprecisiones, que son agravadas por el hecho de carecer el libro de un mapa general. Además, varios nombres de lugares y personas aparecen en forma errada ocasionalmente. Por ejemplo, se señala que Cáceres salió de Lima rumbo a la sierra central pasando por Chiclayo (en lugar de Chicla, p. 301) y que Williams Rebedollo (en lugar de Rebolledo) comandaba la flota chilena (p. 356).

En líneas generales, Andean Tragedy cumple con sus objetivos. Inserta la guerra en el curso de la historia mundial, explica sus causas y analiza a sus combatientes. Y si bien la descripción del desarrollo del conflicto es bastante convencional, lo resaltante del libro es que esto se hace sin recurrir a la retórica nacionalista que plaga los textos clásicos sobre el enfrentamiento bélico. Hasta ahora, el investigador que deseaba informarse sobre la guerra del Pacífico tenía siempre delante de sí la pesada tarea de distinguir entre aquello que era medianamente fáctico y aquello que era propaganda nacionalista. Por fin hay un libro académico contemporáneo que resuelve este problema.

Jorge Bayona Matsuda
Pontificia Universidad Católica del Perú

viernes, 27 de mayo de 2011

Hacia Machu Picchu en Orient Express


Autor: Sergi Reboredo

Cien años después de que Hiran Bingham descubriese el Machu Pichu, sus paisajes sobrecogedores a más de 4.000 m de altitud, las ciudades incas cubiertas de vegetación o las islas flotantes sobre el lago Titicaca conforman todavía el destino soñado por miles de viajeros de todo el mundo. Más todavía si se le añade el toque de elegancia y romanticismo de los míticos trenes Orient Express.
Cuzco, el ombligo del mundo
Ya lo decía Javier Reverte en uno de sus libros: “Desde hace una semana soy de nuevo ese pájaro libre sin identidad precisa que es cualquier viajero, alguien que se asombra ante todo cuanto acontece a su alrededor”. Estas palabras describen con exactitud las sensaciones del viajero al llegar a Cuzco. Sus calles empedradas transportan varios siglos atrás, cuando Manco Cápac fundó la ciudad que sería la capital sagrada de los incas, el Dorado de los conquistadores y un gran centro barroco. Hoy, para la mayoría no es más que una parada en el camino que conduce a Machu Picchu. Sin embargo, para los incas, Cuzco siempre fue el ombligo del mundo, un lugar de culto y peregrinación, el centro del universo que una vez fue capaz de organizar a más de 100 pueblos diferentes, levantando construcciones que todavía asombran por su elegancia y perfección.
Cerca de la ciudad se encuentra el valle del río Urubamba, conocido como Valle Sagrado, y las ciudadelas incas de Pisac y Ollantaytambo. El mejor día para visitar Pisac es el domingo, cuando se celebra en sus calles el mercado más colorista del país. Dividido en dos partes, en una se vende toda clase de frutas, verduras y productos del campo, y en la otra, artesanía regional: tapices, ropas e instrumentos musicales que compiten en vistosidad con los trajes tradicionales de los habitantes de las montañas que bajan a comerciar, tal y como lo hacían sus antepasados.
Igual de intemporales son las minas de sal preincas de Maras. De un pequeño riachuelo mana lentamente el agua necesaria para inundar las terrazas de la ladera de la montaña. En poco tiempo el agua se evapora y deja un rastro de sal que después se dará al ganado para compensar su dieta pobre en minerales. No muy lejos se encuentra Moray, conocida por sus bancales en terrazas que, según dicen, los incas usaron como laboratorio para experimentar las condiciones óptimas de cultivo.
A bordo del Orient Express
La estación de Poroy se encuentra en las afueras de Cuzco, y es el punto de partida del mítico tren de las películas europeas de espías: el Orient Express.
Un grupo de bailarines que danzan al ritmo de sonidos melódicos y una copa de champany de bienvenida despiden en el anden a los pasajeros que parten hacia la ciudad perdida de Machu Picchu. El tren lleva el nombre de Hiram Bingham en un sentido homenaje al que fue descubridor científico del secreto inca mejor guardado. Justamente este año, el 23 de julio, se cumplen 100 años de ese momento histórico.
Dejamos atrás la estación a las 9 h de la mañana con puntualidad suiza. El color dorado de los campos de maíz va cambiando hacia el verde de las montañas conforme se avanza en el camino. En el interior del tren todo está cuidado hasta el más mínimo detalle, incluido el apetitoso brunch de 3 platos.
Al cabo de un rato vemos el sendero que conduce hacia el Camino del Inca, entrada a la ciudad perdida, por el que transitan los excursionistas que han decidido realizar el trayecto a pie. A las 12:30 h el tren llega a la estación de Aguas Calientes, final del recorrido. Ahora es cuando comienza la verdadera aventura.
Machu Picchu, ciudad perdida de los incas
Tras un corto viaje en autobús, accedemos a las entrañas del corazón de los incas. Machu Picchu, que signi- fica “Montaña Vieja”, luce imponente en medio de un grupo de verdes elevaciones situadas al sur del Perú, a 2.400 m sobre el mar, en una zona semitropical de elevada temperatura.
Existen muchas teorías sobre Machu Picchu, pero su significado sigue siendo un enigma y los saqueadores, los primeros exploradores y el tiempo han acabado por borrar las evidencias de lo que pasó. Aun así, los restos hallados de las 200-500 personas que se cree que lo habitaron indican un porcentaje elevado de afectados por la sífilis —enfermedad que según todos los indicios, ya existía antes de que los españoles llegaran— por lo que podría ser que una epidemia acabase con ellos.
Los viajeros pueden visitar todavía algunas de las edi- ficaciones que pudieron ser habitadas por los miembros de la realeza y otras, de paredes menos gruesas y ornamentadas, donde habitaban las clases plebeyas.
De todas las construcciones del complejo, llama especialmente la atención el Templo del Sol, que tiene la peculiaridad de que dos de sus ventanas están orientadas a puntos diferentes del horizonte coincidentes con los primeros rayos de sol que entran de manera directa el día del solsticio de invierno y el del solsticio de verano, es decir, el día mas largo y más corto del año.
Los guías locales explican que el primero en llegar al Machu Picchu fue el cuzqueño Agustín Lizárraga, el 14 de julio de 1902. El explorador estadounidense, Binghan, lo hizo 9 años después, el 24 de julio de 1911, guiado por un niño campesino durante una expedición financiada por la Nacional Geographic Society y la Universidad de Yale. Pero el sabía, y así lo plasmó en su diario, que el verdadero descubridor había sido una persona que vivía en el cercano pueblo de San Miguel, Agustín Lizárraga. En cualquier caso, la Universidad de Yale se llevo a Estados Unidos 46.332 piezas halladas por el explorador americano. Según parece, después de arduas negociaciones, comenzarán a ser retornadas a Cuzco este mismo año.
Andean Explorer, viaje romántico al Titicaca
A las 8 h ya está todo listo en la estación de Huanchac para que el tren deje atrás Cuzco, rumbo a Juliaca, puerta de acceso al lago Titicaca. A través de las ventanillas empañadas por la escarcha vemos cómo se evapora la lluvia caída la noche anterior sobre los adoquines.
El jefe de la estación hace sonar su silbato y mueve una bandera de un granate descolorido. El tren comienza a deslizarse suavemente por las vías. Durante la primera parte del trayecto, las vías férreas discurren paralelas al río Huatany y los campos verdes se suceden, salpicados de bosques de sauces y arboledas de eucaliptos. Es sábado y algunos feligreses se aglutinan en las iglesias levantadas casi a pie de vía, mientras otros se acercan al mercado de madera.
Algunos pasajeros se instalan en el último vagón que funciona como mirador acristalado y tiene la parte posterior descubierta. Allí mismo el camarero del bar prepara pisco sour en la coctelera, la bebida típica del Peru que combina pisco, limón, jarabe de goma, clara de huevo, hielo y un par de gotas de amargo de angostura.
Antes de llegar al lago Muina, el tren gira a la izquierda cruzando el valle para llegar a Rumicolca donde una gran puerta de piedra permitía a los incas controlar a todo aquel que venía desde el este. También pasa junto a la iglesia de Andahuaylillas, una de las joyas de la corona del Cuzco colonial, que cuenta con una magnífica serie de pinturas murales de temas religiosos. El paisaje que desfila por las ventanas dibuja campos de trigo que confieren una atmósfera dorada de sabor idílico y evocador. Una de las tareas principales de la gente que vive en estos parajes es la de cultivar el campo, o como ellos lo llaman, la chacra. Hasta la mitad del siglo pasado la isla estaba divida en haciendas dominadas por terratenientes que fueron expulsados. Hoy, en esas tierras se cultivan patatas, cebadas y el cereal de los incas, la quinoa.
Al llegar a las suaves llanuras andinas vemos vicuñas y alpacas pastando, y las laderas de las montañas en las que se apelotonaban las casas de madera y hojalata cerca de Cuzco se transforman en agrestes montículos en los que apenas crece la vegetación.
Llegamos a Juliaca con los últimos rayos de luz. El sol que ha calentado el ambiente durante todo el día deja paso a una brisa suave y gélida que nos recuerda que superamos los 3.800 m de altitud. Un coche nos espera en la estación para llevarnos hasta Llachón, el encantador pueblo de la península de Capachica que será nuestro centro de operaciones. Estamos en el altiplano peruano, con sus pequeñas islas flotantes realizadas con cañas de totora sobre el lago Titicaca, en las que viven los uros. Y nos espera el valle del Colca sobre el que vuela majestuosamente el cóndor andino. Todo un mundo por explorar…

miércoles, 6 de abril de 2011

Bolívar y Fanny Dervieu du Villars

Relations between Fanny Dervieu du Villars 
and Simon Bolivar

Fuente: ancestry.com



According to authors or annotators, the relations between Fanny Dervieu du Villars and Simon Bolivar, during the years 1803-1804, could be either a simple affectuous friendship between cousins, or a very deep love affair. Their letters, much debated as regards their reality, and which are available on several Internet siyes devoted to the life of the "Libertador", do not allow to decide between the two hypothesis. Anyhow, it is likely that the truth is half-way and Fanny had played, for the young widowed Bolivar, a part of comforter while introducing and initiating him in the pleasures of the parisian life. However that may be, their relationship did not last more than ten months during the years 1803-1804, as Bolivar, after his travel in Italy in 1805, left Paris during the year 1806 and, at the end of the year, embarked in Hambourg to sail to the United States at first (he was in Charleston the 1st of January 1807), then to Venezuela.


Simon Bolivar in 1804

The following letters, in spanish, do not allow to clear up the doubt. Particularly, the addressee of the third one, "el caballero Denis de Trobriand", is difficult to define. It could concern either the Fanny father, Francois Marie Denis de Keredern de Trobriand, or one of her brothers, or even her husband, Barthelemy Regis Dervieu du Villars. The text of the letter does not allow to remove the ambiguity. Simply, in this letter, Bolivar apologizes for an incident occured in his home, following some words on the First Consul Bonaparte. According to some commentators, this letter could have been sent, not to "el caballero Denis de Trobriand" but to the peruvian Colonel Mariano de Tristan y Moscoso, the husband of an other mistress of Bolivar in Paris, Teresa Laisney, mother of the socialist pasionaria Flora Tristan, grand-grand-mother of the painter Paul Gauguin. It could be the same for others letters of which the true destination could have been diverted to nourish the Bolivarian legend.
However that may be, the notes following these letters are those of the compiler who has published these documents on the Web. The last one particularly, supposed to have been written by Simon Bolivar a few days before his death, is often held to be of doubtful authenticity. These texts are extracted from the data base devoted to Bolivar "Luces de Bolivar en la Redby the Universidad de los Andes de Merida (Venezuela). The text of the lecture of Teresa de la Parra comes from the site of the Society of the Friends of Bolivar and is available in a pdf format at the adress http://www.saber.ula.ve/liesr/rodriguez/rodriguez.pdf . Only a part was translated in french and is available later in these pages (the relations between Fanny and Bolivar are discussed in pages 12 to 14 of the spanish text).

1 - CARTA.- Año 1804
COMPOSICION DE FRAGMENTOS DE CARTAS DE BOLIVAR
PARA FANNY DU VILLARS.
(París, 1804).
Querida señora y amiga:
Si queréis imponeros de mi suerte, lo que me parece justo, es preciso escribirme. De este modo me veré forzado a responderos, cuyo trabajo me será agradable. Yo digo trabajo, porque todo lo que me obliga a pensar en mí aunque sea diez minutos, me fatiga la cabeza, obligándome a dejar la pluma o la conversación para tomar el aire en la ventana. ¿Me obligareis a deciros lo suficiente para satisfaceros respecto al pobre chico Bolívar de Bilbao, tan modesto, tan estudioso, tan económico, manifestándoos la diferencia que existe con el Bolívar de la calle de Vivienne, murmurador, perezoso y pródigo? ¡Ah Teresa mujer imprudente, a la que no obstante no puedo negar nada, porque ella ha llorado conmigo en los días de duelo! ¿Porqué queréis imponeros de este secreto?... Cuando os impongáis del enigma, ya no creeréis en la virtud.
Oh! y cuán espantoso es no creer en la virtud... ¿Quién me ha metamorfoseado?. .. ¡Ay! Una sola palabra, palabra mágica que el sabio Rodríguez no debía haber pronunciado jamás.
Escuchad, pues pretendéis saberlo:
Recordareis lo triste que me hallaba cuando os abandoné para reunirme con el señor Rodríguez en Viena. Yo esperaba mucho de la sociedad de mi amigo, del compañero de mi infancia, del confidente de todos mis goces y penas, del Mentor, cuyos consejos y consuelos han tenido siempre para mí tanto imperio. ¡Ay! en estas circunstancias, fue estéril su amistad. El señor Rodríguez sólo amaba las ciencias. Mis lágrimas lo afectaron, porque él me quería sinceramente, pero él no las comprende. Yo lo hallo ocupado en un gabinete de física y química que tenía un señor alemán, y en el cual debían demostrarse públicamente estas ciencias por el señor Rodríguez. Apenas le veo yo una hora al día. Cuando me reúno a él, me dice de prisa: mi amigo, diviértete, reúnete con los jóvenes de tu edad, vete al espectáculo, en fin; es preciso distraerte y este es el solo medio que hay para que te cures. Yo comprendo entonces que le falta alguna cosa a este hombre, el más sabio, el más virtuoso, y sin que haya duda el más extraordinario que se puede encontrar. Yo caigo bien pronto en un estado de consunción y los médicos declararon que iba a morir. Era lo que yo deseaba. Una noche que estaba muy malo, me despierta Rodríguez con mi médico: los dos hablaban en alemán. Yo no comprendía una palabra de lo que ellos decían; pero en su acento, en su fisonomía, conocía que su conversación era muy animada. El médico después de haberme examinado bien se marchó. Tenía todo mi conocimiento y aunque muy débil podía sostener todavía una conversación. Rodríguez vino a sentarse cerca de mí: me habló con esta bondad afectuosa que me ha manifestado siempre en las circunstancias más graves de mi vida, me reconviene con dulzura y me hace conocer que es una locura el abandonarme y quererme morir en la mitad del camino. Me hizo comprender que existía en la vida de un hombre otra cosa que el amor, y que podía ser muy feliz dedicándome a la ciencia o entregándome a la ambición: sabéis con qué encanto persuasivo habla este hombre: aunque.diga los sofismas más absurdos cree uno que tiene razón. Me persuade, como lo hace siempre que quiere. Viéndome entonces un poco mejor, me deja, pero al día siguiente me repite iguales exhortaciones. La noche siguiente, exaltándose la imaginación con todo lo que yo podría hacer, sea por las ciencias, sea por la libertad de los pueblos le dije: sí, sin duda, yo siento que podría lanzarme en las brillantes carreras que me presentáis pero era preciso que fuese rico... sin medios de ejecución no se alcanza nada; y lejos de ser rico soy pobre y estoy enfermo y abatido. ¡Ah! Rodríguez, prefiero morir... Le di la mano para suplicarle que me dejara morir tranquilo. Se vio en la fisonomía de Rodríguez una revolución súbita: queda un instante incierto, como un hombre que vacila acerca del partido que debe tomar. En este instante levanta los ojos y las manos hacia el cielo, exclamando con una voz inspirada: ¡está salvo! Se acerca a mí, toma mis manos, las aprieta con las suyas que tiemblan y están bañadas en sudor y enseguida me dice con un acento sumamente afectuoso: ¿Mi amigo, si tú fueras rico, consentirías en vivir? ¡Di!... ¡Respóndeme!... Quedé irresoluto, no sabía lo que esto significaba. Respondo: Sí. ¡Ah! exclama él, nosotros estamos salvos... ¿el oro sirve pues para alguna cosa? Pues bien, ¡Simón Bolívar, sois rico! ¡Tenéis actualmente cuatro millones!!... No os pintaré querida Teresa la impresión que me hicieron estas palabras ¡tenéis actualmente cuatro millones! Tan extensa y difusa como es nuestra lengua española, es, como todas las otras impotente para explicar semejantes emociones. Los hombres las prueban pocas veces: sus palabras corresponden a las sensaciones ordinarias de este mundo; las que yo sentía eran sobrehumanas; estoy admirado de que mi organización las haya podido resistir.
Me detengo: la memoria que yo acabo de evocar me abruma. ¡Oh cuán lejos están las riquezas de dar los goces que ellas hacen esperar! ... Estoy bañado en sudor y más fatigado que nunca después de mis largas marchas con Rodríguez. Me voy a bañar. Os veré después de comer para ir al teatro francés. Os pongo esta condición que no me preguntareis nada relativo a esta carta, comprometiéndome a continuarla después del espectáculo.
Rodríguez no me había engañado: yo tenía realmente cuatro millones. Este hombre caprichoso, sin orden en sus propios negocios, que se endrogaba con todo el mundo, sin pagar a nadie, hallándose muchas veces reducido a carecer de las cosas más necesarias, este hombre ha cuidado la fortuna que mi padre me ha dejado con tan buen resultado como integridad, pues la ha aumentado en un tercio. Sólo ha gastado en mi persona ocho mil francos durante los ocho años que yo he estado bajo su tutela. Ciertamente él ha debido cuidarla mucho. A decir verdad la manera como me hacía viajar era muy económica, él no ha pagado más deudas que las que contraje con mis sastres, pues la que es relativa a mi instrucción es muy pequeña respecto a que él era mi maestro universal.
Rodríguez pensaba hacer nacer en mí la pasión a las conquistas intelectuales, a fin de hacerme su esclavo. Espantado del imperio que tomó sobre mí mi primer amor y de los dolorosos sentimientos que me condujeron a la puerta de la tumba, se lisonjeaba de que se desarrollaría mi antigua dedicación a las ciencias, pues tenía medios para hacer descubrimientos, siendo la celebridad la sola idea de mi pensamientos. ¡Ay! el sabio Rodríguez se engaña: me juzga por él mismo. Yo llego a los veinte y un años, y no podía ocultarme por más tiempo mi fortuna; pero me lo habría hecho conocer gradualmente y de eso estoy seguro, si las circunstancias no le hubiesen obligado a hacérmela conocer de una vez. Yo no había deseado las riquezas: ellas se me presentan sin buscarlas, no estando preparado para resistir a su seducción. Yo me abandono enteramente a ellas. Nosotros somos los juguetes de la fortuna; a esta grande divinidad del Universo, la sola que yo reconozco es a quien es preciso atribuir nuestros vicios y nuestras virtudes. Si ella no hubiese puesto un inmenso caudal en mi camino, servidor celoso de las ciencias, entusiasta de la libertad, la gloria hubiese sido mi solo culto, el único objeto de mi vida. Los placeres me han cautivado, pero no largo tiempo. La embriaguez ha sido corta, pues se ha hallado muy cerca el fastidio. Pretendéis que yo me inclino menos a los placeres que al fausto, convengo en ello; porque, me parece, el fausto tiene un falso aire de gloria.
Rodríguez no aprobaba el uso que yo hacía de mi fortuna: le parecía que era mejor gastarla en instrumentos de física y en experimentos químicos; así es que no cesa de vituperar los gastos que él llama necedades frívolas. Desde entonces, me atreveré a confesarlo... Desde entonces sus reconvenciones me molestaban y me obligaron abandonar a Viena para libertarme de ellas. Me dirigí a Londres, donde gasté ciento cincuenta mil francos en tres meses. Me fui después a Madrid donde sostuve un tren de un príncipe. Hice lo mismo en Lisboa, en fin, por todas partes ostento el mayor lujo y prodigo el oro a la simple apariencia de los placeres.
Fastidiado de las grandes ciudades que he visitado vuelvo a París con la esperanza de hallar lo que no he encontrado en ninguna parte, un género de vida que me convenía; pero Teresa, yo no soy un hombre como todos los demás y París no es el lugar que puede poner término a la vaga incertidumbre de que estoy atormentado. Sólo hace tres semanas que he llegado aquí y ya estoy aburrido.
Ve aquí cara amiga todo lo que tenía que deciros del tiempo pasado; el presente, no existe para mí, es un vacío completo donde no puede nacer un solo deseo que deje alguna huella grabada en mi memoria. Será el desierto de mi vida... Apenas tengo un ligero capricho lo satisfago al instante y lo que yo creo un deseo, cuando lo poseo sólo es un objeto de disgusto. ¿Los continuos cambiamientos que son el fruto de la casualidad, reanimarán acaso mi vida? Lo ignoro; pero si no sucede esto volveré a caer en el estado de consunción de que me había sacado Rodríguez al anunciarme mis cuatro millones. Sin embargo, no creáis que me rompa la cabeza en malas conjeturas sobre el porvenir. Unicamente los locos se ocupan de estas quiméricas combinaciones. Sólo se pueden someter al cálculo las cosas cuyos datos son conocidos; entonces el juicio, como en las matemáticas, puede formarse de una manera exacta.
¿Qué pensáis de mí? Responded con franqueza (Yo pienso que hay pocos hombres que sean incorregibles); y como es siempre útil el conocerse, y saber lo que se puede esperar de sí, yo me creeré feliz cuando la casualidad me presente un amigo que me sirva de espejo.
Adiós, yo iré a comer mañana con Vos.

Simón Bolívar



Nota
Arístides Rojas divulgó esta carta en una de sus leyendas, con la indicación inexacta de que la había publicado el "Journal de Debats" de París en 1826, periódico en el cual al parecer, jamás se reproduce. Rojas la copió de una versión publicada en "La Patria", de Bogotá, en 1872, por el señor Quijano Otero, pues así aparece en un recorte de periódico con nota al pie de letra del propio Rojas, en la colección de cartas de Bolívar, formada por él, existente hoy en el Archivo del Libertador; el señor Quijano Otero la tomó del número Primero del Faro Militar, correspondiente al mes de julio de 1845, publicado bajo los auspicios del Gobierno del Perú y éste a su vez -según expresa- la copió del periódico "Debates Políticos y Literarios" de París. En este periódico aparece con dos cartas más de Bolívar para individuos de la familia de Fanny, que se reproducen adelante y de un artículo sobre la educación de Bolívar, obra de un hijo de Fanny, según el cual la carta se compone de varios fragmentos del original que tenía a la vista.
Debemos advertir que Simón Rodríguez no fue administrador de bienes de Bolívar sino su maestro de primeras letras y amanuense de don Feliciano Palacios, abuelo y tutor de Bolívar; y que Bolívar conocía perfectamente su fortuna, entonces de 150.000 pesos, aumentada posteriormente por la herencia de su hermano.




2 - CARTA.- Año 1807
Cádiz, 1807
To FANNY DU VILLARS.

Querida señora y amiga:
Yo no les he escrito desde mi partida de París: ¿qué podía preguntaros, ni qué podría deciros que os interesase?... Siempre el mismo tren de vida! Siempre el mismo fastidio!... Voy a buscar otro modo de existir; estoy fastidiado de la Europa y de sus viejas sociedades; me vuelvo a América ¿qué haré yo allí?... lo ignoro... Sabéis que todo en mí es espontáneo y que no formo jamás proyectos. La vida del salvaje tiene para mí muchos encantos. Es probable que yo construiré una choza en medio de los bellos bosques de Venezuela. Allí yo podré arrancar las ramas de los árboles a mi gusto, sin temor de que se me gruña, como me sucedía cuando tenía la desgracia de tomar algunas hojas. ¡Ah! Teresa; felices aquellos que creen en un mundo mejor! Para mí éste es muy árido.
Yo habría querido abrazar al coronel antes de partir. No le escribo; ¿qué puedo decirle que no sepa ya? Si al que no tiene tiempo bastante para mirar las nubes que vuelan sobre su cabeza, las hojas que el viento agita, el agua que corre en el arroyo y las plantas que crecen en sus orillas, le dijera yo que la vida es triste, me tendría por un loco. ¡Feliz mortal! No tiene necesidad de tomar parte en los dramas de los hombres para animar su vida. Vuelvo a ver otros hombres, y otra naturaleza... Los recuerdos de mi infancia me prestarán un encanto que se desvanecerá, sin duda, a mis primeras miradas; pero el gran emperador acaba de invadir la España y yo deseo ser testigo de la acogida que recibirá en América este extraño acontecimiento.
BOLIVAR

Nota
Esta carta nos llena de dudas. Desde luego se puede afirmar que no es de 1807, porque Bolívar, de regreso a su país, tocó el 1° de enero de 1807 en el puerto americano de Charleston. Así consta en cartas de Alexdre Dehollain Arnoux para Bolívar publicadas en O’Leary XII, 289 y en otra inédita del mismo individuo existente en el Archivo del Libertador, Sección Juan De Francisco Martín, tomo XIV. De estos actos de Bolívar sólo sabemos que el 21 de julio de 1806 se hallaba en París. Ignoramos el puerto de embarque en este segundo regreso a Venezuela. Ninguna de estas cartas a Fanny y su esposo pueden considerarse perfectamente auténticas, aunque reconocemos que tienen conceptos y expresiones propios de Bolívar. En ésta se dice que el emperador acaba de invadir a España cuando este atentado de Napoleón ocurrió a fines de 1807 estando ya Bolívar desde hacía meses en Venezuela. Véase la nota de la carta antecedente.



3 - CARTA.- Año 1804
(París, 1804).
AL CABALLERO DENIS DE TROBRIAND

(This letter was sent by Simon Bolivar to the father of Fanny, after a dispute during a meal in his home.)

Coronel:
Ha seis años que os conozco; ha seis años que os amo con una verdadera amistad y que os profeso el más profundo respeto por la nobleza de vuestro carácter y la sinceridad de vuestras opiniones. No tengo necesidad de deciros cuán afligido estoy de haberos hecho testigo del escándalo que ocasionó ayer en mi casa la exaltación fanática de algunos clérigos más intolerantes que sus antepasados y que hablan con tanta imprudencia como en España, donde el pueblo les dobla la rodilla y les besa la falda de su sotana. Habéis debido notar los altos empleos civiles y militares con que nos brindaron estos señores, siendo los elogios del primer Cónsul los que provocaron más mi exaltación que sólo fue interrumpida débilmente. Ellos ahogaron su vergüenza y se contentaron con dirigirme algunas observaciones para poner a cubierto su responsabilidad hasta que los clérigos tomando a cargo la causa de Bonaparte se reunieron a sus clamores.
El deseo de dominar y de ocupar el primer rango en el Estado es el pensamiento de todos los clérigos. Los empleados piensan en conservar el sueldo, elogiando al que les paga; separando estas dos clases yo no concibo que nadie sea partidario del Primer Cónsul aunque vos, querido coronel, cuyo juicio es tan recto, le pongáis en las nubes. Yo admiro como vos sus talentos militares; ¿pero cómo no veis que el único objeto de sus actos es apoderarse del poder? Este hombre se inclina al despotismo: ha perfeccionado de tal modo las instituciones que, en su vasto imperio, en medio de sus ejércitos, agentes de empleados de toda especie, clérigos y gendarmes, no existe un sólo individuo que pueda ocultarse a su activa vigilancia. ¿Y se cuenta todavía con la era de la libertad?... ¡Qué virtudes es preciso tener para poseer una inmensa autoridad sin abusar de ella! Puede tener interés ningún pueblo en confiarse a un solo hombre? ¡Ah! estad convencido, el reinado de Bonaparte será dentro de poco tiempo más duro que el de los tiranuelos a quienes ha destruido.
La vehemencia con que yo hablo puede resultar de poca reflexión; pero cuando yo me entrego en la discusión, mi espíritu hace abstracción de las personas. Que los interlocutores tengan los cabellos blancos o el bigote negro, lleven la espada o la tonsura, yo no veo sino los pensamientos personificados, y disputo sin respetar la posición social de ninguno de ellos. Estoy lejos de tener la sangre fría de Rodríguez o la vuestra Coronel; yo no puedo contenerme siempre. Por otra parte ¿qué necesidad tengo de ello? No soy un hombre político, obligado a empeñar el debate en una asamblea deliberante; no mando un ejército y no estoy obligado a inspirar confianza a los soldados; no soy ni sabio que tenga que hacer con calma y paciencia una demostración ardua ante un auditorio numeroso. Hoy no soy más que un rico, lo superfluo de la sociedad, el dorado de un libro, el brillante de un puño de la espada de Bonaparte, la toga del orador. No soy bueno más que para dar fiestas a los hombres que valen alguna cosa. Es una condición bien triste. ¡Ah! Coronel, si supieseis lo que sufro, seríais más indulgente.
Coronel perdonad; yo no seguiré esta vez vuestro consejo; no abandonaré a Paris hasta que no haya recibido la orden para ello. Deseo saber por mi propia experiencia si le es permitido a un extranjero en un país libre, emitir su opinión respecto a los hombres que lo gobiernan, y si les echan de él por haber hablado con franqueza.
BOLIVAR





4 - CARTA.- Año 1830
To Fanny du Villars

Querida prima:
¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro? Ha llegado la última aurora: tengo al frente el mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma, por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1.805; por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz...
Tú estás conmigo, porque todos me abandonan; conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia. ¡Adiós Fanny!
Esta carta llena de signos vacilantes, la escribe la misma mano que estrechó la tuya en las horas del amor, de la esperanza, de la fe; esta es la letra escritora del decreto de Trujillo y del mensaje al Consejo de Angostura. No la reconoces, ¿verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante. Si yo hubiera muerto sobre un campo de batalla, dando frente al enemigo, te daría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado, a los campos de un sol de primavera.
Muero despreciable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores; víctima de intenso dolor, presa de infinitas amarguras. Te dejo mis recuerdos, mis tristezas y las lágrimas que no llegaron a verter mis ojos. ¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda? Estuviste en mi alma en el peligro; conmigo presidiste los consejos de gobierno; tuyos fueron mis triunfos y tuyos mis reveses; tuyos son también mi último pensamiento y mi pena postrimera. En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la góndola de Byron por los canales de Venecia, ¡en ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero no ibas tú: porque tú has flotado en mi alma mostrada por níveas castidades!
A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las íntimas congojas, apareces ante mis ojos moribundos con los hechizos de la juventud y de la fortuna; me miras, y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes; me hablas, y en tu voz oigo las dianas inmortales de Junín.
Adiós Fanny... todo ha terminado!
Juventud, ilusiones, sonrisas y alegrías se hunden en la nada... solo quedas tú como una visión seráfica señoreando el infinito, dominando la eternidad!!.
Me tocó la misión del relámpago, rasgar la niebla un instante... fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderme en el vacío.

Simón Bolívar.

Nota :
This letter of Simon Bolivar to his cousin Fanny was written by "el Libertador" on his death bed in Santa Marta (Colombia) the 6th of December 1830. He is dead eleven days later. This letter is often held to be apocryphal.